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viernes, 8 de marzo de 2019

Baron´s












Buenos días.
Es momento del dato histórico, que por ahora parecerá irrelevante y fuera de lugar, pero más adelante, se verá su propósito...

En tiempos remotos, en parte de África y todo Oriente Medio vivió una bestia colosal: el Uro.

Descrito por Julio César como "...de talla parecida a la de un elefante [...] y de gran ferocidad y vigor..." este toro palestino ya extinto, -el último murió en 1627- con sus casi dos metros y medio de altura en cruz, haría verse a un búfalo cafre de tiempos modernos, como un perrillo tarado y regordete.

En estos momentos, se hacen en Europa, estudios y experimentos genéticos para traerlo de regreso a la vida, ya que, esta super-vaca, -aparte de que daría casi cuatro veces más carne que el ganado ordinario- está más que preparada para defenderse de lo que sea donde sea. Y un animal con tales características daría grandes réditos con cuidados mínimos. 

Fin del dato histórico, ahora, mi recomendación turística.

Enclavado en las montañas de Atenas, descubrí un maravilloso lugar: Hotel Barons. 

Gracias a uno de estos cupones electrónicos, como "Titi" o "Yuplón" -los cuales recomiendo bastante, ya que tienen promos muy interesantes que hacen asequibles lugares o servicios a los que, de otro modo, sería más difícil acceder, por los precios- conseguimos reservación, un viernes, para una noche en el hotel y cena bufé con música en vivo.

Fui con algunas reservas, ya que se promocionaba la noche como "Tex-Mex", pero me tranquilicé pensando que, a lo sumo, era el personal del hotel disfrazados de vaqueros y alguna música horrible sonando de fondo, pero todo compensado por la comida, que, o era mexicana, o era texana o las dos... y eso era suficiente para mí, ya que he probado ambas y me encantan por igual.

Después de un sinuoso pero espectacular viaje, lleno de profundas simas e infinitas combinaciones de verdores, cruzamos buena parte de las montañas de Atenas y llegamos al hotel.

Lo primero que llama la atención es el estilo "ajaponesado" de la planta física: Hay un manejo ultra-eficiente de los espacios, sin sacrificar en nada la estética del lugar. El hotel es pequeño, pero precioso. Ubicado en la cima de un cerro; desde la entrada y el salón de eventos, pasando por las habitaciones y llegando, al final, al restaurante, todo está dispuesto en terrazas para aprovechar el espacio y maximizar la belleza del sitio y el confort de los huéspedes. 

Contrario a lo que podría pensarse, las habitaciones no están en bloque, más bien, en cabinas bien equipadas, con su alberca y todas sin excepción, con vistas dignas de un emperador.

Llegamos pasadas las 6:00 pm, -el bufé comenzaba a las 8:00- así que mi fotógrafa, compañera de viajes y catadora experta, decidió descorchar una botella de un vino chileno -al que describió como "correcto"- que nos dejaron en la habitación como bienvenida,  para hacer la espera, más interesante... 

Pasado el tiempo, fuimos a explorar: En el lobby, nos encontramos toda clase de arte y suvenires a la venta, que le dan un ambiente multicolor al lugar. Pasamos por un bar tan surtido como cualquier amante de las bebidas espirituosas lo podría desear: vinos tintos y espumosos, merlots y chardonays de los cuatro puntos del planeta. El whisky no puede faltar, y hay, -entre bourbon y scotch- por lo menos, 6 o 7 marcas distintas... entre otro sinfín de bebidas.

Al entrar al restaurante, noté con horror, que habían dos guitarras electroacústicas apoyadas en sendas sillas: pensé que en un rato iba a llegar el dúo de "Poncho y Pancho" a desgranarnos los últimos éxitos de "Los Tigres del Norte"... suspiré con desgano y deposité mis esperanzas en la comida: ya iban a ser las ocho, el personal preparaba la mesa del bufé y mi estómago me hacía notar su presencia.

El momento que todos esperábamos llegó, -y digo todos, porque al dar el reloj las ocho, costaba encontrar mesas que no estuviesen ocupadas, en su mayoría por estadounidenses jubilados- las viandas empezaron su desfile en la mesa y yo, a disponer de ellas: una deliciosa fuente de guacamole con tres tipos diferentes de tortillitas para acompañarlo, tostadas de yuca, chiles en nogada, tacos al pastor, chimichurri, Pico de gallo, arroz arreglado, cuatro tipos de ensaladas y otro sinfín de manjares de los que fui aprovisionándome generosamente... de pronto, una visión sobrenatural apareció ante mis ojos: -¿Recuerdas el dato histórico, el del Uro?- pues bien, en un altar de alta tecnología, al final de la mesa bufé, se asaba, lo que parecía ser, el costillar entero de un Uro...

Nunca en mi vida había visto costillas TAN GRANDES en un bbq... Literalmente, me tragué lo que había pillado y me dispuse a acometerlas, cuando, en ese momento, fui interrumpido por un grito de guerra: -Oh my God... THE RIBS!!!- y acto seguido, un cardumen de barracudas norteamericanas, arremetió contra MIS costillas y en un frenesí alimenticio que duró menos de dos minutos, se llevaron la res y me dejaron en la plancha, tres costillitas, a cual más de flaca y esmirriada... 

Resignado, iba a llevármelas, humildemente, cuando un hombre con gorro de chef y sonrisa de estafador inmobiliario, me detuvo...

-Caballero...

-[¿¿¿ ???]

-Caballero...

-¿Sí?

-Quizás el caballero preferiría llevarse estas... Están recién salidas y listas...

Mi boca se hizo agua ante la imagen del costillar recién preparado, saliendo de las entrañas del asador...

-Sí... Definitivamente, "el caballero" se las quiere llevar... Es un hecho...

-¿Cuántas le sirvo, caballero... 3, 4... tal vez quiera 5...?

-¡"El caballero" quiere SEIS!

El Nabuconodosor que vive en mí, atropellando mi raciocinio y temperancia, se dejó pedir, media docena de costillas enormes y humeantes, que llevé a mi mesa, mientras iba sintiendo como mi lado primitivo afloraba y mi cerebro se ponía en modo "devorar"...

 ¿Habrán palabras para describir el placer de meter la cara en aquellas costillotas jugosas y gigantescas e ir desapareciéndolas dentellada tras dentellada? ¿El tener que -por su tamaño- tomarlas con ambas manos y roerlas con deleite hasta que sólo quedara el hueso?

Éramos las costillas y yo, y no había nada más... las costillas, yo y la canción "Oh Yeah" de Yellow, sonando por todo el universo...

De mi ensimismamiento alimenticio, fui sacado por los arpegios de unas guitarras afinándose: El dúo había llegado y no, no eran "Pancho y Poncho", eran un par de estadounidenses llamados "Piet & Jack" que matizaron la comida magníficamente con piezas rock-pop de los 60s, 70s y 80s... 

La noche -en medio de sabores y sensaciones- fue acabando sin darnos cuenta y nos fuimos a dormir con esta cálida sensación de haber encontrado algo muy especial...

Este maravilloso hotel, -por lo menos los viernes en la noche- se especializa en gente que quiere reunirse, comer bien y celebrar el hecho de estar vivos...

No sé cuántas estrellas tiene este lugar y no me importa... yo le doy todas las que vi en el firmamento de una noche de viernes inolvidable...







Su personal está genuinamente interesado en atender todas tus necesidades.







No es infrecuente encontrarse con su hermosa dueña.


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